“Imposible pensar en la producción y en la difusión del arte contemporáneo sin tener en cuenta la industria cultural. Siguen presentes en la discusión los ‘apocalípticos’ y los ‘integrados’, los que sólo ven efectos nefastos y los que vislumbran un cambio maravilloso en la noción de arte”, responde la doctora en Estética Elena Oliveras, ante una pregunta de LA GACETA acerca de la “cultura en serie”.
“Quizás uno de los puntos más interesantes de esa discusión sea el referido al ‘turista cultural’, a ese ‘insecto feliz’ (Moles) que va de un lugar a otro buscando las Mecas del arte. Mi posición es, de algún modo, conciliatoria. No estoy de parte de los apocalípticos y tampoco de los integrados. No podemos ser fundamentalistas. Hay aspectos positivos de la nueva situación –como los referidos a la democratización del arte- que no deben ser menospreciados”, afirmó Oliveras, de paso por Tucumán, en una entrevista con LA GACETA.
Docente universitaria, ensayista y crítica de arte, especializada en arte contemporáneo y estética, miembro de la Academia Nacional de Bellas Artes, dueña de un extenso currículo, participante activa en la Asociación Latinoamericana de Semiótica, la semana pasada Oliveras dictó un taller seminario en Teoría y Crítica en Artes Visuales en el MUNT, en una actividad organizada por el Fondo Nacional de las Artes.
- ¿Para usted la presencia de la metáfora continúa definiendo el arte?
- Toda obra de arte es esencialmente metafórica por su poder de expresar o connotar, en tanto emergente del mundo en que nace, los rasgos que lo caracterizan. Quiero decir que toda obra presenta imágenes con cualidades semejantes a las del mundo al que pertenece. Nadie duda de que Jackson Pollock presenta rasgos de un mundo –nuestro mundo-, de velocidades vertiginosas, en permanente transformación. El artista nos da una imagen del mundo, “hace mundo” (Nelson Goodman), en el sentido de que lo hace visible. Al darnos una imagen del mundo, expone problemas, temores y esperanzas que comparte con sus contemporáneos. Además, más allá de los temas particulares que la obra de arte puede exhibir, ella pone en imágenes los ‘grandes’ temas que ocuparon al hombre desde siempre. La vida, la muerte, el amor, el destino, la ubicación cósmica toman cuerpo en las obras. Y esto se pone sobre todo de manifiesto en los clásicos.
-¿ Qué opina del arte contemporáneo? ¿Uniforma como ley las producciones latinoamericanas con las europeas o de Estados Unidos, por ejemplo?
- Se produce en los últimos años un ‘giro pos colonial’ que pone en el centro a los artistas considerados ‘marginales’. Y así, más allá de la importancia del lugar de origen, el arte latinoamericano es visto como ‘arte sin más’. Actualmente esto se ve en la curaduría del nigeriano Okwui Enwezor para la Bienal de Venecia. Hay allí muy significativos aportes de artistas que provienen de Latinoamérica, África o India. Más allá de las nacionalidades parecen contar las ‘representatividades’, el modo en que ellos hablan a viva voz de los problemas que sirven de eje a la propuesta curatorial. Propuesta que plantea la posibilidad de la utopía de un mundo mejor. Es lo que sugiere el título que Enwezor elige: ‘Todos los futuros del mundo’. El arte contemporáneo prefiere lo extremo, lo feo, incluso el asco.
- ¿Cómo distinguiría usted lo que es la estética y lo que es el arte?
- La estética es la reflexión filosófica que tiene por objeto el arte y -sobre todo en tiempos pasados-, la belleza. Tampoco descarta la reflexión sobre lo feo, un tema centralizado por la estética romántica que tuvo a Víctor Hugo como uno de sus principales defensores. Hoy observamos que el artista se interesa cada vez por la teoría arte (incluyendo la filosofía del arte). Son muchos los que se forman, no ya en el taller de otros artistas, sino en las mismas universidades. Artistas, investigadores, filósofos comparten así un mismo espacio de pensamiento. Nada más alejado de la vieja concepción del artista ingenuo. “Bête comme un peintre” se llegó a decir aludiéndose a un tipo de pintura “retiniana”. Sintetizando la nueva situación dirá Gérard Genette que “todo arte después de Duchamp es conceptual”. Por su estado conceptual, el arte necesita de ciertas competencias del espectador.